XXXI Ed. Concurso ‘El Tintero de Oro’

Concertó una cita presencial con el detective López, tenía buenas referencias por los servicios que había prestado a algunas de sus amigas; era discreto, aportaba mucho material fotográfico, documentación acreditativa de la información investigada y además sus tarifas eran aceptables.

Acudió el día convenido y tras la correspondiente cortesía, mantuvieron una conversación para tratar el asunto que le había llevado a contratar los servicios de un detective privado.

—Exactamente, ¿Qué servicios son los que necesita?

—Deseo averiguar si mi esposo me es infiel. Sospecho que es así y quiero conocer el nombre de esa mujer.

El detective López  puso cierta cara de complacencia cuando realmente pensó, con fastidio, que era otro caso más de ‘cuernos’, pero evidentemente no podía manifestárselo y, por el contrario, le sonrió y le dijo:

—Está bien, necesito los datos de su marido, varias fotografías, sus costumbres, dirección del trabajo….

—Mi esposo se llama Juan Lumiares….trabaja en……le dejo estas fotos.

—Le mantendré informada puntualmente, con una periodicidad semanal. En principio, será suficiente un mes para obtener información veraz. Si no fuera así, le haré saber los pasos a seguir.

Días después, tras un estudio del caso y analizar los diferentes enfoques de búsqueda de información, se lanzó a la calle. Su gorra de béisbol, las zapatillas deportivas de marca, unas gafas de sol y una práctica mochila, con el móvil en mano, le conferían ese aspecto de turista, que pasaba desapercibido por su vestimenta y del que nadie sospecharía por muchas fotos que hiciera. Siempre había pensado que lo del sombrero y gabardina sólo existía en el atuendo de detectives de película, y él era un detective de verdad, un detective del siglo XXI.

Después de seguirle el rastro durante varias jornadas comprobó, a lo largo de una semana, que los lunes, miércoles y viernes, a las 19:30 h. el Sr. Lumiares acudía en su coche al campus de la  Facultad de Derecho y allí le esperaba una joven morena, alta y delgada, que le sonreía antes de subirse al coche. Se trataba de una joven universitaria. Tenía suficiente material fotográfico que le permitía establecer una rutina con una mujer joven, alrededor de 25 años menos que su investigado. Pensó que tenía buen gusto, si bien su esposa era una mujer muy atractiva también. Consideraba que aún era pronto para emitir un informe definitivo, así que consideró que debía seguir investigando un poco más. Recordaba que, en muchas de sus investigaciones, las amantes solían ser amigas o conocidas de las esposas, aunque en este caso le descuadraba la considerable diferencia de edad.

Mantuvo la misma búsqueda y el patrón conductual del Sr. Lumiares se repetía todas las semanas. Decidió que mantendría la actividad de seguimiento una semana más y daría por zanjada la investigación Su informe sería un asunto más de presunta infidelidad conyugal. Citas en cafeterías, en cines, paseos por parques y así varias semanas, habiendo captado con su cámara fotográfica besos en la mejilla. No obstante, no había logrado conocer la identidad de la joven, y ese sería el nuevo campo a intervenir.

En esa última semana, comenzó a seguir a la joven y lo hizo dirigiéndose a la Facultad, era lunes y a la misma hora de siempre, salía la muchacha por la puerta principal, a la vez que observaba como acababa de llegar el Sr. Lumiares en su coche. Los siguió, pero ocurrió algo inesperado. La pareja no fue a ninguna cafetería, ni al cine ni a ninguno de los sitios habituales donde se producían sus encuentros. La pareja se adentró en el patio número 25 de la Avenida Sur. Hizo la instantánea correspondiente y esperó a que salieran. Transcurrieron tres horas, la puerta del patio se abrió y apareció el Sr. Lumiares. Iba solo. Se alejó por la avenida y le siguió a una distancia prudente, comprobando que el camino seguido era el de su domicilio conyugal, por lo que daba por finalizada la investigación de ese día.

Decidió que debía investigar la dirección de la Avenida del Sur. Seguramente sería el domicilio de la amante. Se dirigió dos días después hacia allí y esperó cerca de la puerta de entrada al edificio; disimulaba con su móvil estar hablando con alguien y cuando salió un vecino del patio, esperó el tiempo suficiente para que no se cerrara la puerta y no se percatara de su entrada. Así lo hizo, y penetró en el edificio. Fotografió rápidamente los distintos buzones y se marchó.

En su despacho, analizó las diferentes fotografías que había realizado a los buzones, y uno a uno estuvo revisando y anotando los nombres que figuraban en todos ellos. Se alegró de su suerte, los 35 buzones tenían identificado el nombre de sus habitantes. Pensó que con toda esa información lograría averiguar la identidad de la amante del Sr. Lumiares. Le bastaba con cruzar la información en su extensa base de datos y hacer uso de sus inestimables contactos.

Cuando llevaba anotados 28 nombres, hubo uno que le llamó especialmente la atención porque le daba un giro a toda su investigación:

MARÍA LUMIARES

Pta. 29- Sexto piso.

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XXXI edición Concurso El Tintero de Oro

En homenaje al fundador de la novela negra moderna, Dashiell Hammett, y su mítica obra El Halcón Maltés protagonizada por Sam Spade.

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